El único refugio guardado de la Reserva Natural de Boumort
En el año 1998, Anna y Gabi dejaron el estrés de la ciudad buscando una manera diferente de vivir, cerca de la naturaleza. Las circunstancias les condujeron cerca del pueblo de Cuberes, en el término municipal del Baix Pallars, en la comarca del Pallars Sobirà, donde encontraron una antigua casa forestal para reformar. Su sueño era transformarla, y con esfuerzo, consiguieron dar a luz a un nuevo espacio y, al mismo tiempo, a un nuevo proyecto de familia: el Refugio de Cuberes, la única casa guardada en la que poder comer y pasar la noche dentro de la Reserva Natural de Boumort.
Viven allí con sus tres hijos, Jana, Guillem y Nina, y compaginan sus grandes aficiones y el trabajo —Gabi es amante de la naturaleza, la fotografía, la astronomía, la náutica y la cocina, y Anna es profesora en la UEC— con la gestión del establecimiento. Sus prioridades son la familia y, por supuesto, la acogida de los huéspedes del refugio: «para nosotros es muy importante que la gente se encuentre a gusto, como en casa, y que disfrute de un trato familiar y agradable durante su estancia. ¡Que tenga ganas de volver!».
Un entorno por descubrir
El Refugio de Cuberes está emplazado en la Reserva Natural de Boumort, un macizo calcáreo prepirenaico, con bosques y extensos prados alpinos, que ofrecen una combinación virgen de sorprendente belleza. En los alrededores se puede disfrutar de senderos que se adentran en el bosque y pasear por ellos, en silencio y, si se presta atención, se puede escuchar cómo es la vida de los animales que lo habitan.
Se accede fácilmente en 4×4 o con un coche un poco alto desde el Pallars Sobirà (a través de unos 18km de camino forestal —una hora, aproximadamente, de viaje— que se toma entre la Pobla de Segur y Gerri de la Sal), o bien desde el Alt Urgell (en ese caso la pista forestal que llega hasta el Refugio tiene unos 11 km —30 minutos, aproximadamente, de trayecto— y sale de cerca de Taús). En ambos casos el camino invita a disfrutar del mismo y a empezar a dejar atrás el estrés y volver a conectar con la naturaleza.
El Refugio de Cuberes está emplazado en la Reserva Natural de Boumort, un macizo calcáreo prepirenaico, con bosques y extensos prados alpinos, que ofrecen una combinación virgen de sorprendente belleza.
Un ambiente cálido y acogedor
Anna y Gabi ofrecen un amplio abanico de servicios para hacer que la estancia en el refugio sea agradable y provechosa, con unas instalaciones muy acogedoras. En la planta baja de la casa hay un amplio comedor con suelo de madera, sofás, chimenea y calefacción, una zona de juegos de mesa, estanterías para libros y revistas para niños y adultos, dos baños compartidos totalmente equipados… Es en esta planta donde se sirven las comidas y donde está disponible el servicio de bar.
En la primera planta hay seis habitaciones independientes de 3 a 12 camas, con un total de 42 plazas. Todas ellas cuentan con colchones, mantas y almohadas con funda, calefacción central y suelo de madera, hay una sala con chimenea y calefacción con sofás para leer o charlar, además de dos baños compartidos.
La zona alrededor del refugio es muy tranquila —los más pequeños pueden jugar por allí, ir en bicicleta… Hay una balsa con agua que baja de la montaña donde los más valientes pueden bañarse, una mesa para hacer picnic, leer, escribir… y unas hamacas para desconectar de verdad.
En lo que se refiere a las comidas, se ofrece una cocina tradicional, con comida casera y abundante, a base de productos de la zona y de temporada: las famosas «butifarras» de la comarca y la «carne del Pirineo», estofados, fricandó, escudella pallaresa, girella, ensaladas del huerto… Disponen de un menú de montaña tanto para comer como para cenar, almuerzos de tenedor, menús vegetarianos —siempre que se solicite en el momento de hacer la reserva—, picnic para llevar si se quiere realizar una excursión de día entero… Con esta cocina, recuperan las recetas de sus madres y abuelas, el tiempo de cocción… y le añaden toques originales, lo que permite dar valor a los productores de las comarcas cercanas del Pallars y del Alt Urgell.
Anna y Gabi hacen que la estancia en el refugio sea más que agradable y provechosa. Su cocina recupera las recetas de sus madres y abuelas, con unos toques originales y poniendo en valor a los productores de las comarcas cercanas del Pallars y del Alt Urgell.
Un mirador ideal de la naturaleza
El Refugio de Cuberes está situado en un pequeño prado rodeado de bosques y montañas, y es un mirador ideal para observar la fauna autóctona y disfrutar de las especies que anidan en la zona. Por ejemplo, desde mediados de septiembre hasta finales de octubre puede oírse la berrea del ciervo —su ritual de acoplamiento—, con las montañas como altavoz. Anna y Gabi son los asesores perfectos para preparar las diversas actividades que pueden realizarse en la naturaleza: desde llenar la cesta de setas, a pocos metros del refugio cuando es la época, en otoño, hasta hacer innumerables excursiones y travesías por las cercanas rutas de senderismo, salidas en 4×4, BTT, fotografía, astronomía…
Además pertenecen a Boumort Indòmit Ecoturisme, una cooperativa que apuesta, desde la economía social, por un proyecto ecoturístico que fomenta la conservación de la biodiversidad y el patrimonio cultural de Boumort.
Conversamos con sus responsables para conocer la esencia de este proyecto de vida.
¿Desde cuándo gestionáis el Refugio de Cuberes, y cómo surgió esta iniciativa? ¿Cómo definiríais su esencia?
El Refugio de Cuberes somos nosotros, Gabi, Anna, Jana, Guillem y Nina; ese es el alma real de la casa. El refugio no existía, antes. Se trataba de una casa forestal prácticamente en ruinas, y fue nuestra ilusión, energía e incluso inocencia juvenil lo que hizo que invirtiéramos todo lo que teníamos en convertir Casa Miró en el Refugio de Cuberes, que es nuestro proyecto de vida y familia. Iniciativas personales como estas solamente se consiguen si se cree en ellas, y nosotros creímos en Cuberes y estábamos convencidos de que era posible volver a dar vida a la casa y a la zona. Nos marchamos de Barcelona un día, y al siguiente estábamos viviendo en el lugar que acabaría siendo nuestro hogar, ahora hace ya más de 20 años. En el Refugio de Cuberes han nacido y han crecido nuestros tres hijos, en el refugio están los mejores recuerdos de nuestra vida familiar.
«El Refugio de Cuberes somos nosotros, Gabi, Anna, Jana, Guillem y Nina; ese es el alma real de la casa, que hemos convertido en nuestro proyecto de vida y familia.»
¿Cómo os definís, en tanto que responsables del proyecto?
Cuberes no es un proyecto fácil: estamos lejos de todo, los accesos son complicados, también lo es el funcionamiento de la casa (agua, luz, mantenimiento…). Todas las instalaciones las hemos hecho nosotros, así que podemos decir que nos sentimos los responsables máximos de su funcionamiento y continuidad. Aquí no ha venido ningún profesional a trabajar; amigos y familia nos han ayudado a picar piedra, a levantar paredes, a colocar el parquet, a pintar, a cambiar ventanas, a hacer instalaciones de agua, de luz, de alcantarillado… Aprendimos a hacer de albañiles, carpinteros, electricistas… ¡y lo que hiciera falta a marchas forzadas! Fueron tiempos muy divertidos y duros a la vez. Todavía recordamos con una gran sonrisa en la cara cómo alucinamos después de derribar todas las paredes divisorias del primer piso y vimos la amplitud de la estancia, cómo sacábamos y sacábamos carretillas de escombros, cómo hacíamos cada vez mejor el mortero o cómo el yeso nos iba quedando más liso, cómo aprendimos a rejuntar piedra, cómo recuperamos las bovedillas de los techos o bien ¡el día que instalamos las placas solares! Sí, somos los responsables del proyecto porque este proyecto, ¡somos nosotros!
¿Qué os motivó a cambiar vuestro modo de vida y a trasladaros hasta este entorno?
Antes vivíamos en Barcelona; nos conocimos estudiando Arte en la Llotja. Encontramos trabajo en el Refugio de Amitges, en el Parque Natural d’Aigüestortes y Estany de Sant Maurici, y fue entonces cuando nos dimos cuenta de que queríamos quedarnos a vivir en la montaña y buscar allí nuestro espacio. Y Cuberes fue nuestra oportunidad.
¿Cómo os planteasteis la reforma de la antigua casa forestal? ¿Con qué criterios la reconstruisteis?
Teníamos la experiencia de haber trabajado en un refugio durante seis años y teníamos claro cuáles eran las necesidades y la mejor distribución para poder dar un buen servicio. Además, todo lo planteamos con mucho amor pues en esta casa, ¡estábamos construyendo también nuestro nido! Ahora, con el tiempo, nos planteamos que sería bueno hacer algún cambio en cuanto al número de personas por habitación o el hecho de compartir los baños. Nuestro establecimiento es un refugio, pero por el tipo de clientela que tenemos y el servicio que prestamos —más cercano—, podríamos decir que se trata de un refugio con glamour, como se dice ahora… ¡Un pequeño hotel de montaña!
«Nuestro establecimiento es un refugio, pero por el tipo de clientela que tenemos y el servicio tan cercano que prestamos, podríamos decir que se trata de un refugio con glamour. ¡Un pequeño hotel de montaña!»
¿Qué cambios ha implicado en vuestra vida residir en Cuberes, en todos los aspectos? ¿Cómo vivió este cambio vuestro círculo familiar y de amistades?
Venir a vivir a Cuberes es la mejor decisión que hemos tomado y ha marcado nuestra trayectoria de vida. Tenemos tres hijos fantásticos, hemos tenido tiempo para dedicarles y hemos hecho mucha vida familiar. Tienen unos valores muy auténticos, saben bien lo que quieren y tienen un gran poder de decisión. Son muy responsables y dan mucho valor a todo lo que tienen, porque saben lo que cuesta conseguirlo. En cuanto a la familia y amigos, los hemos echado de menos —y más cuando empezamos a tener hijos— y los seguimos añorando, pero al mismo tiempo eso hace que demos mucha más importancia a los momentos que pasamos juntos; es por eso que los encuentros que organizamos son más intensos, aprovechando cada segundo. Nuestros sobrinos esperan con muchas ganas los días que pasamos juntos en Cuberes: tienen el bosque lleno de cabañas y por unos días se vuelven todos niños y niñas salvajes. ¡Es fantástico verlos!
En el ámbito laboral, siempre hemos priorizado el buscar trabajos compatibles con Cuberes ya que económicamente no es factible poder vivir solo del refugio. Durante muchos años, por ejemplo, Gabi —explica Anna— condujo una máquina quitanieves. Es casi imposible que haya temporada de invierno en Cuberes y yo lo compagino trabajando como profesora en un aula con jóvenes que no siguen el recorrido habitual previsto por el sistema marcado por el Departamento de Educación; les damos una nueva oportunidad para encarrilar su vida. Es un trabajo muy emocional e intenso; cada día es una aventura entrar en el aula, conseguir que hagan un cambio de chip y ayudarlos a encontrar el camino que les haga felices.
Pero además de todo esto, ahora, como emprendedores que somos, tenemos dos proyectos más en marcha: Boumort Indòmit, donde ofrecemos experiencias de naturaleza únicas en Boumort, y el trabajo en una pequeña fábrica de producción de pellet, con la intención de aprovechar los excedentes forestales de la zona.
¿Cuáles son, a vuestro parecer, los pros y los contras de vivir en este marco, a 1.480 m de altura? ¿Qué dificultades habéis tenido que superar, en este sentido?
Siempre lo explico, pero es la pura verdad: en Cuberes descubrimos la noche y el día. ¿Qué haces, en pleno invierno, a las seis de la tarde? ¡Si es noche cerrada! En Barcelona había y hay siempre actividad, hay siempre luz, las horas de sol y de luna no importan, siempre hay ruido… Aquí has de aprender a convivir al 100% con la naturaleza y has de ser muy previsor. Neveras llenas, conservas y congelador…, ¡somos como hormiguitas! Durante el verano nos preparamos para las épocas más frías acumulando leña y revisando las instalaciones de agua para que no se hielen, y el coche, un 4×4, siempre está preparado con el depósito lleno y con una palanqueta dentro por si cae alguna piedra en la pista, y un hacha por si lo que ha caído es un árbol… Pero vivir en la montaña compensa: el silencio, el tiempo, una visión inmensa, los cielos estrellados y, por supuesto, un trabajo que nos gusta. La vida aquí es libertad; somos nosotros y la naturaleza. No hay noche que no salgamos a decirle buenas noches a la noche; salir fuera bajo un cielo con millones de estrellas, ¡es espectacular!
Como emprendedores, tienen dos proyectos más en marcha: Boumort Indòmit, donde ofrecen experiencias de naturaleza únicas en Boumort, y el trabajo en una pequeña fábrica de pellet, para aprovechar los excedentes forestales de la zona.
¿Residís en el refugio durante todo el año o solamente durante los meses en los que permanece abierto?
Vivimos en el refugio gran parte del año, pero también es cierto que cuando nuestros hijos empezaron a ir al colegio tuvimos que buscar una alternativa. Ahora nos «repartimos» y una parte del año vivimos en Peramea, un precioso pueblecito del Pallars a casi 1.000 metros de altura y donde, aunque la vida es más fácil, no deja de ser un reto vivir allí (carreteras en mal estado, cobertura telefónica y de internet justitas…).
Vosotros habéis construido un proyecto familiar además de dar vida al refugio. ¿Qué ha representado para vuestros hijos, el vivir allí? ¿Cómo compagináis, por ejemplo, su escolarización con el día a día de la gestión de la casa? ¿Cómo viven ellos el contacto tan estrecho con la naturaleza?
Nuestros hijos están encantados con Cuberes. Les hemos transmitido esta pasión y para ellos es su casa. Se conocen bien el territorio y siempre se han adaptado perfectamente al trabajo del refugio y a compartir el espacio. Han encontrado sus momentos para estudiar, desconectar y relacionarse. Han conocido a gente muy diversa en el refugio y han aprendido muchas cosas relacionadas con la vida en una casa en medio de la montaña. Cuando empezaban el curso escolar nos establecíamos en Peramea y subíamos los fines de semana y algún día entre semana. Ahora solo está con nosotros Nina, porque Jana y Guillem, con 16 años, se marcharon a Barcelona a estudiar lo que les gustaba. Los dos son lo suficientemente responsables y confiamos en ellos… ¡Ya han echado a volar! Los primeros años vivieron con sus abuelas, una magnífica oportunidad para establecer unos vínculos especiales y enriquecedores. Suben a menudo al Pallars y en las festividades nos echan una mano en el refugio y lo combinan con otros trabajos para ayudarnos económicamente a pagar sus estudios.
¿Cómo es un día de vuestra vida en cada estación del año?
Cuando tenemos clientes hemos de estar muy organizados para el trabajo. Los desayunos son de 7 a 9 h y después empieza la limpieza del refugio —las habitaciones, los cuartos de baño, las salas comunes… Hay que regar las flores, si hace sol aprovechamos para poner lavadoras (debido a las placas solares, solo las ponemos cuando hace buen tiempo) y después ya empezamos a planificar y avanzar las comidas y las cenas. Dejamos los menús listos al máximo para acabarlos a la hora de servir. Nos queda tiempo para bañarnos, caminar, cortar leña, leer, tomar el sol, salir en primavera a buscar cornamentas de ciervo y setas en otoño… Cada estación tiene sus particularidades. Hay días en los que estamos solos y los aprovechamos para hacer alguna reparación, descubrir el territorio, escribir, pensar en nuevos proyectos… No tenemos cobertura de móvil y hasta hace poco no teníamos Internet, que ahora nos llega vía satélite. Tampoco tenemos televisión y la radio es nuestra compañía diaria.
«En Cuberes descubrimos la noche y el día. La vida aquí es libertad; somos nosotros y la naturaleza.»
¿Cómo os relacionáis con el entorno, y qué importancia tiene la naturaleza en vuestras vidas?
Nos relacionamos con respeto y agradecimiento. Es una suerte vivir aquí, aprovechar los frutos que nos da la naturaleza, limpiar el bosque recogiendo leña… Este bosque es diferente cada día y es maravilloso ver cómo cambia el paisaje con las estaciones, al igual que lo hace la fauna, puesto que vas viendo los cambios por sus reacciones. Pero hay que ser conscientes de donde nos encontramos y no confiarnos: el tiempo, por ejemplo, puede cambiar en cuestión de horas y, para vivir en la montaña, del mismo modo que cuando disfrutamos de ella, es necesario estar preparados. Estamos lejos de un hospital por lo que hay que ir con cuidado.
Y con el resto de los habitantes de la zona, ¿qué relación tenéis?
El pueblo más cercano es Taús. De hecho, cuando buscábamos casa para instalarnos durante las épocas más frías y para estar más cerca de una escuela, nos planteamos ir allí. Pero en aquella época, la carretera no estaba asfaltada y como también está alejado de todo, finalmente nos decidimos por Peramea. La gente de Taús son nuestros vecinos más cercanos y por lo tanto tenemos relación con ellos. En Taús, como en muchos otros pueblos de esta zona, antes vivía mucha gente, mientras que ahora no llegan a diez personas. Pero en verano todas las casas están ocupadas y hay una larga agenda de actividades (somos muy activos y quizás ¡también habría sido un buen sitio para ir a vivir!). Ahora hay una familia que ha optado por instalarse y abrir un negocio. Producen carne de ternera ecológica —es a ellos a quienes les compramos nosotros la carne— y tienen dos hijos que llevan cada día al colegio. Creemos que hemos de apoyar a estas personas, porque es vital cuidar de aquellos que dan pasos tan importantes para que no muera el territorio. Nuestros hijos ya son mayores y nos hubiera encantado que la Administración nos hubiera mimado un poco más.
«Es vital cuidar de aquellas personas que dan pasos tan importantes para que no muera el territorio, como trasladarse hasta aquí a vivir o emprender un negocio.»
¿Cómo os descubren vuestros huéspedes? Desde el refugio proponéis conocer este territorio, a menudo bastante desconocido. ¿Qué es lo que sorprende más de esta zona a quien os visita?
El boca-oreja es la mejor propaganda. Cuando alguien te recomienda un lugar es porque se ha encontrado a gusto allí, y eso es lo que nos ha pasado. Tenemos clientes que ya son amigos y que hace años que vienen y vienen. Estamos muy agradecidos. Cada vez nos conoce más gente y todo el mundo es muy muy majo, respetuosos con el entorno y que dan valor a nuestro trabajo. ¡Buena gente!
Cada época del año marca un poco el tipo de clientela: en verano viene mucha familia a pasar unos días, como si se tratara de una casa rural. Algunas familias se han conocido en el refugio y ahora vienen juntas: los padres a desconectar y los hijos a jugar y jugar…; y algunos de estos hijos ya vienen con sus parejas… ¡Cómo pasa el tiempo! Durante el otoño llega más gente interesada en escuchar la berrea del ciervo y excursionistas, con un perfil similar a la clientela de primavera. Y ahora, desde hace unos cuantos años, el clima nos ha permitido abrir para fin de año: preparamos una buena cena y Gabi, vestido de frac, toca las campanadas con una olla y un cucharón… ¡Es muy divertido!
En cuanto a la segunda pregunta, quien viene se sorprende sobre todo por la tranquilidad. Puedes caminar y caminar y no encontrar a nadie. Se ven muchos ciervos y rapaces (el buitre común, el buitre negro, el quebrantahuesos y, según la época del año, el alimoche). ¡Y es que aquí se desconecta de verdad!
Vuestra prioridad es hacer que los huéspedes se sientan como en casa, en un ambiente cálido y acogedor. Cuidáis especialmente la comida, con productos de proximidad. ¿Qué relación habéis establecido con los productores de la zona, en cuanto a los alimentos que utilizáis en las comidas?
Queremos que todo el mundo se marche encantado del refugio y hacemos todo lo posible por conseguirlo. La comida es muy importante y todo lo que ofrecemos es de calidad. Hemos recuperado las recetas de nuestras madres y abuelas cocinando de manera tradicional los productos de la zona. Compramos toda la carne y embutidos a productores de la zona, utilizamos verduras del huerto y tenemos vino de montaña.
«Nos conoce cada vez más gente y es todo gente muy muy maja, respetuosa con el entorno y que da valor a nuestro trabajo.»
Formáis parte de la cooperativa Boumort Indòmit Ecoturisme. ¿Cómo definiríais la propuesta y qué os aporta estar presentes en ella?
Boumort Indòmit Ecoturisme ofrece experiencias ecoturísticas únicas y completas en Boumort, un paraíso fuera de los circuitos habituales donde todavía reina el espíritu indómito de su naturaleza, patrimonio, cultura y gentes. Cal Rossa, el Refugio de Cuberes y Salvatgines hemos encontrado en el cooperativismo la fórmula ideal para materializar el retorno al territorio de nuestra actividad, en forma de pequeños proyectos de conservación de la biodiversidad y del patrimonio cultural de Boumort. Las experiencias ecoturísticas que se ofrecen cuentan con: alojamientos con personalidad propia, transporte para minimizar el impacto, un guía-ambientólogo con un profundo conocimiento de la zona, que pretende dar a conocer y apreciar un territorio auténtico y salvaje, y comida con productos de la tierra, con los que se pone en valor el trabajo de los productores más cercanos y con los que recuperamos platos tradicionales de la gastronomía de montaña con unos toques originales. Es en esta última parte donde nosotros tenemos nuestro papel principal.
Con la cooperativa queremos valorizar la zona y apostar por la emprendeduría, respetando, concienciando y cohesionando el territorio, su gestión y la preservación de su patrimonio natural y etnográfico. Apostamos por un turismo responsable y por dar oportunidades para establecerse en esta zona y fijar población.
«Boumort Indòmit Ecoturisme ofrece experiencias ecoturísticas únicas y completas en Boumort, un paraíso fuera de los circuitos habituales y donde todavía reina el espíritu indómito de su naturaleza, patrimonio, cultura y gentes.»
Consideráis que con vuestras iniciativas de descubrimiento del entorno y valorización del territorio defendéis otro modelo de turismo más sostenible y respetuoso con el medio?
¡Totalmente! La gente que venga a Boumort ha de marcharse con la sensación de una experiencia brutal y creemos que esto se consigue dejándose acompañar por los que vivimos aquí y conocemos el territorio. La reserva de Boumort ha de apostar por el ecoturismo y hacer compatibles todos los intereses, siempre desde el respeto y la sostenibilidad.
¿Cómo proyectáis vuestro futuro? ¿Cómo os lo imagináis dentro de unos años? ¿Y el de vuestros hijos?
Nos imaginamos en Cuberes, aunque no hacemos planes a largo plazo. No nos da miedo emprender; nos da más miedo que Cuberes dejase de ser Cuberes algún día, porque Cuberes es más que un refugio. Nuestros hijos…, que vuelen, que hagan aquello que les guste; ¡les daremos todo el apoyo que necesiten! Nosotros decidimos un día venir a vivir a Cuberes, esa fue nuestra elección, y ahora ellos han de hacer lo mismo. Han de perseguir un sueño y hacer lo que crean necesario para conseguirlo y ser felices. No sé si lo tendrán más fácil o más difícil que nosotros; está claro que los tiempos han cambiado, pero su vida la marcarán las decisiones que ellos tomen, y nosotros les hemos dado las herramientas para escoger bien. Jana está estudiando tercer año de dirección e interpretación de teatro en Londres, Guillem se prepara para ser piloto de helicóptero y Nina va al instituto y está «a tope» con el esquí. Están contentos, aprovechando las oportunidades y ¡haciendo lo que han escogido!
«La gente que venga a Boumort ha de marcharse con la sensación de una experiencia brutal y creemos que esto se consigue dejándose acompañar por quienes vivimos aquí y conocemos el territorio.»
¿Y el futuro de Cuberes y su entorno? ¿Creéis que habrá un cambio en lo que se refiere a la vida en territorios como el vuestro, fruto de la voluntad de una parte de la sociedad por volver a las raíces y al medio natural?
Confiamos en que el futuro de Cuberes será cada vez mejor, si bien hay que seguir trabajando y preparando unos buenos planes de futuro para el territorio, proyectos muy pensados y que se basen en el ecoturismo y el respeto hacia el medio y la gente. La sociedad está haciendo un cambio y hemos de confiar en las personas, en sus ilusiones y los proyectos factibles.
Se apuesta por un turismo de proximidad, para evitar aglomeraciones, para dar valor a pequeñas ideas pero muy cuidadas, donde cada cliente, cada persona, se sienta única. Seguro que la situación hará que más gente dé el paso y decida hacer un cambio de vida. Necesitamos que los gobiernos crean también que la vida rural es una alternativa real y se invierta más en los territorios, con cosas básicas para poder vivir dignamente, carreteras en buen estado, vivienda asequible y buena cobertura para sacar adelante proyectos personales.
El Refugio de Cuberes
El único refugio guardado de la Reserva Natural de Boumort
25590 Baix Pallars
Pallars Sobirà (Lérida)
42° 16′ 27″ N, 01° 08′ 12.27″ E
Tel.: 973 25 24 39 – 619 847 866
www.refugicuberes.com
www.boumortindomit.com
info@refugicuberes.com
El refugio abre normalmente desde Semana Santa hasta noviembre y, si la climatología lo permite, también lo hace fuera de estas fechas y para grupos, con reserva previa. Es necesario hacer siempre la reserva por teléfono o enviando un whatsapp.
Persona de contacto: Gabriel Serra (Gabi)