Piezas artesanales de altura: entre el arte y el objeto de uso cotidiano
Si tuviera que explicarle a alguien quién es, Marta Danés se define como una persona tímida —dice que le cuesta mucho mostrarse en público, ¡aunque no lo parezca!—, y con genio pero a la vez muy sensible y tenaz, a quien le gusta superar retos, y muy amiga de sus amigos. Como artista, y tras una trayectoria de más de 25 años, explica que aprende todavía mucho de lo que hace cada día en el taller: «soy muy curiosa y me gusta investigar, salir de vez en cuando de la rutina. Mi lenguaje, de carácter gráfico y figurativo, en mi obra contemporánea, lo han definido como surrealista. Y es que me gusta darle la vuelta a las cosas, con una mirada más bien irreal e imaginativa, poética, aunque siempre (o por lo menos eso intento) parto de la realidad social que nos rodea, preocupada por lo que sucede tanto en el ámbito ecológico como en el social. Por ejemplo, la despoblación también forma parte de mi proyecto más artístico».
Sin duda alguna, el cuarto de siglo de Marta dedicado a la artesanía es fruto de una infancia marcada por el vínculo con el arte y la creación, una incipiente pasión por el dibujo, el barro… De aquellos años recuerda que «además de la oportunidad de manipular y tener al alcance materiales y juegos creativos para hacer aquello que la imaginación nos guiaba, teníamos libros de trabajos manuales y hacíamos muchísimas cosas que todavía recuerdo con afecto. Mi madre fue modista —todavía tiene unas manos de oro— y mi padre era pastelero y belenista: su día a día era el obrador e ir al taller a hacer los dioramas. Recuerdo con mucho cariño estar a su lado; tanto en un sitio como en el otro yo le ayudaba y él me enseñaba muchas cosas que ahora pongo en práctica. Además, soy la pequeña de siete hermanos, y su amor por el dibujo y la pintura lo ha transmitido no solo a mí, sino también a otros de mis hermanos que, de forma aficionada o profesional, han cogido pinceles y otros utensilios para crear y hacer montones de cosas».
«Mi obra tiene una mirada más bien irreal e imaginativa, poética, aunque siempre parto de la realidad social que nos rodea, preocupada por lo que sucede tanto en el ámbito ecológico como en el social. Por ejemplo, la despoblación forma parte de mi proyecto artístico.»
De Barcelona a Serraduy, y una trayectoria vital intensa
Apasionada por el arte, el hecho de cursar los estudios de pintura y cerámica en Barcelona, en la Escuela Massana, la condujo a desarrollarse profesionalmente. Pero esto lo hizo en la Ribagorza. Y es que en 1990 conoció a Baltasar, hijo de Serraduy, donde tenía ovejas y tierras, de manera que en cuanto acabó la formación se casaron y Marta se trasladó al pueblo. «Era el año 1994 y, como difícilmente las ovejas iban a poder comer en la playa, me fui a vivir a Serraduy. Me enamoré de Baltasar pero también de la Ribagorza. A mí ya me gustaba la montaña —formaba parte de un centro excursionista—, ¡de manera que encontré el mejor lote! ¡Cosas del amor!»
Fue en Serraduy donde Marta se dedicó de pleno a su proyecto ya que el mismo año 1994 inauguró allí su taller: «Empecé yendo a ferias y, poco a poco, me fueron conociendo; vendía en alguna tienda y directamente en el taller. Como tenemos la casa de turismo rural —de las primeras de España y de Aragón— siempre nos ha ayudado a combinar ambas cosas. En el año 2004 me hice miembro de la Asociación de Artesanos de Aragón y eso me abrió nuevas puertas, me permitió conocer gente nueva y emprender mi faceta más artística. Me presenté a diversos concursos, me seleccionaron y junto a otros ceramistas de la Asociación hicimos exposiciones fuera del territorio nacional, tanto en Holanda como en Bélgica.»
Marta reconoce que su trayectoria vital ha sido, hasta ahora, intensa y dura. Con tres hijos y un montón de trabajo, la casa de turismo rural, el taller, los cursos…, siempre ha «vivido a tope», pero es feliz creando. Gracias a su espíritu y fuerza, y con el apoyo de Baltasar, ha podido salir adelante a pesar de las dificultades que han ido surgiendo. «Cuando llegó la crisis del 2008, por suerte ya tenía pagado el taller. Fue un tiempo de hacer cursos, de aprendizaje personal, y las redes sociales nos han ayudado también a darnos a conocer.» Recuerda los inicios, cuando de más joven lo vivía todo intensamente y con energía, y las épocas de aprendizaje constante, que la hicieron crecer no solo como ceramista sino también como persona: «ser autónoma y tener cerca a personas que creen en mí, gente que me ha dado su apoyo, creo que es lo mejor que me podía pasar».
«En el año 1994 me fui a vivir a Serraduy. Me enamoré de Baltasar pero también de la Ribagorza. A mí ya me gustaba la montaña —formaba parte de un centro excursionista—, ¡de manera que encontré el mejor lote!»
La naturaleza, omnipresente
Trabajar en Serraduy, rodeada de naturaleza, le ofrece la oportunidad de experimentar con las margas de la ribera del río Isábena y tierras naturales que utiliza en algunas de sus obras. Con el torno, Marta Danés crea a mano, una a una y con mucho esmero, piezas que son únicas, exclusivas e irrepetibles, con diseños originales y dibujos, motivos y colores que se inspiran en el territorio y la vida. En el taller y la tienda (también dispone de tienda on line) se pueden adquirir estas obras de arte, que también hace por encargo y personalizadas, y para regalar.
Cuando hablamos de su relación con el entorno, destaca varios aspectos que valora cada vez más a medida que pasan los años: «Ventajas hay muchas, como la tranquilidad, el contacto con la naturaleza (yo le doy muchísima importancia), el espacio (aquí he podido tener un gran taller que no habría podido tener en ningún otro lugar), los materiales (tierras naturales que forman parte de mi trabajo), la inspiración… En lo que se refiere a la propia naturaleza, aunque haga un montón de años que vivo en Serraduy, cada día sigue siendo un cúmulo de nuevos conocimientos. Aprendo nuevos nombres de plantas, cómo hacer remedios caseros, cómo restaurar puertas o ventanas… Intentamos que haya equilibrio y ejercer el menor impacto posible en el entorno, con el cual también tenemos una relación de amor.»
Reconoce, sin embargo, que vivir en la Ribagorza tiene algunas desventajas, como por ejemplo «la dificultad para que venga gente a comprar al taller y el contacto directo con los clientes. Pero antes era peor. Ahora, con las redes sociales y la venta electrónica, es más fácil llegar hasta ellos. Internet es crucial para las zonas rurales». En cuanto a la familia, dice que resulta complicado gestionar las distancias: «cuando los hijos son adolescentes necesitan que les llevemos arriba y abajo ‘haciendo de taxistas’, porque para ellos son muy importantes las relaciones con los amigos. Para los estudios, han de marcharse mucho antes de casa y eso económicamente resulta muy difícil».
Pero el vínculo con la naturaleza prevalece, y la necesidad de manifestarlo es recurrente. «La naturaleza está presente en mi vida de la manera más activa posible. En el taller me gusta reutilizar o reciclar utensilios y material, el packaging, sobre todo; a la hora de consumir compramos mucho producto de proximidad y en el comercio del pueblo; al hacerlo procuramos que el material sea eco, y reciclamos y reutilizamos. En el ámbito personal me encanta ir a caminar cada día al bosque y muchas veces no puedo resistirme a hacer fotos de plantas y flores que después incluiré en mis obras.»
«Vivir en Serraduy tiene muchas ventajas: la tranquilidad, el contacto con la naturaleza —que es también una fuente constante de nuevos conocimientos—, la disponibilidad de espacio, los materiales, la inspiración…»
Piezas utilitarias y, por supuesto, ¡artísticas!
Marta reivindica que sus creaciones tienen dos vertientes: la utilitaria y la artística. «No puedo hacer una sin la otra. No puedo escoger. Hay una unión, el amor por el entorno está en ambas. Para mí la pieza es una superficie donde poder explicar historias a través de los dibujos. Pero poder tenerla en las manos y que sea de uso cotidiano hace que haya un vínculo más profundo con la persona que la utiliza. Me gusta pensar que a una obra, cuando es utilizada, se le da una vida.»
Sus piezas —tablas para servir comida, vajillas, conjuntos de té, café y desayuno, objetos de decoración…— están llenas de dibujos, matices y colores asociados a elementos naturales, desde peces hasta hojas o flores, y vitales, como corazones, figuras infantiles, casas, árboles… «Me inspiran las formas, lo que veo en mi ecosistema, desde los vegetales hasta las casas, estén deshabitadas o llenas de vida. Del descubrimiento de piedras de río en forma de corazón —¡qué gracia, la primera vez que las encontré!— surgió la idea de hacer la colección «Sombras», que trata acerca del río. Dibujo las plantas, los peces y los corazones, como una mezcla del sentimiento que todos en casa tenemos hacia el río, y de la necesidad de crear conciencia de que hemos de cuidarlo. En la vertiente más formal, me encanta utilizar pastas blancas porque ahí puedo utilizar colores suaves y dibujar y plasmar mi pincelada y mi trazo. Cuando escojo una técnica, lo hago porque creo que es la que mejor puede ayudarme a mostrar mi lenguaje, y a mí me gustan las cosas delicadas, sencillas pero con pinceladas firmes.»
Comenta que está muy unida a los materiales que utiliza porque «al fin y al cabo el ser humano ha tenido un vínculo muy importante con la tierra y el barro. Y esto lo sabemos desde que somos muy pequeños y sentimos la necesidad de jugar con la arena». Los selecciona por sus cualidades, como por ejemplo el color, la textura, si son más fuertes y duraderos para la vida que deberán llevar después, si pueden ponerse en el horno o el microondas… «Utilizo tierras naturales de la zona para la escultura, pero todavía estoy en proceso de experimentación para las piezas utilitarias, y en algunos vidriados reutilizo vidrios de botella. Con la cerámica tengo claras las técnicas que me gustan, y son las que utilizo: la decoración sobre vidriado, esgrafiado y porcelanas teñidas. Aprendí muchas otras, pero al final has de escoger.»
«Para mí la pieza es una superficie donde poder explicar historias a través de los dibujos. Pero poder tenerla en las manos y que sea de uso cotidiano hace que haya un vínculo más profundo con la persona que la utiliza. Me gusta pensar que a una obra, cuando es utilizada, se le da una vida.»
El proceso creativo
Para dar vida a una nueva pieza, Marta explica que parte de una idea y/o necesidad. «Un cliente te pide una cosa o bien yo veo qué podría funcionar. Busco información, sobre todo para no repetir lo que ya está hecho, identifico posibles problemas y soluciones, lo plasmo en el papel, esbozo ideas para que armonice la forma y esta con la decoración… A veces he de hacer pruebas y otras dejo que la improvisación forme parte del proceso creativo. En proyectos propios, en ocasiones he de dejar que madure la idea y no toco nada hasta que pasa mucho tiempo y por fin encuentro aquello que buscaba. También me gusta reinterpretar formas de cerámica antigua, pero a mi estilo.»
Además del torno, Marta utiliza muchas otras técnicas, algunas surgidas de la casuística: «me encanta utilizar la técnica de crear con láminas, ¡que perfeccioné mucho a raíz de una tendinitis! Ahora hace ya unos años que he vuelto a tornear, y creo que impregno mi esencia a la pieza en el momento de pulir. ¡Me encanta pulir! Y me encanta acariciar la obra en el momento de retirar el polvo o los restos de barro que sobran. También cuando la decoro o esgrafío, es el punto final y donde se ve claramente que aquello es obra mía. Al fin y al cabo, ¡todo es importante!».
Los diferentes procesos de elaboración implican dedicación, paciencia y tiempo: «todo depende de la humedad ambiental. Es necesario un tiempo de secado que ha de ser lento y homogéneo. Si además hay asas…, o la pieza es más compleja, se pueden necesitar de una a cuatro semanas para acabarla».
Transmitir a quien adquiere sus obras una parte de la vida rural y el entorno en el que vive es uno de sus objetivos. Explica que su clientela valora especialmente, de sus creaciones, el estilo de los dibujos y las formas. También hace obras personalizadas y por encargo, esculturas, cuadros, murales… Crear y estar en el taller la hace feliz, aunque cree que el tiempo pasa demasiado deprisa y, ¡no tiene tiempo de llegar a todo!
Si se desea conocer de primera mano su obra y cómo trabaja, el taller tiene las puertas abiertas. «Mi taller puede visitarse incluso los fines de semana, pero siempre pido que quien quiera venir me llame antes y lo reserve.» Allí pueden adquirirse sus piezas, o a través de su tienda on line, o en alguna feria. Además, Marta Danés está presente en Twitter, Facebook y, sobre todo, en Instagram. «Hay dos tiendas en las que pueden encontrarse mis obras: en el puerto de Arenys de Mar, en El Tinglado de l’Assum, una pequeña y preciosa tienda-galería de arte en un entorno fantástico, y en la tienda de la Asociación de Artesanos de Aragón, que se llama CADA, en Zaragoza, otro lugar con un gran encanto y al que le tengo mucho aprecio.»
Transmitir a quien adquiere sus obras una parte de la vida rural y el entorno en el que vive es uno de sus objetivos. Explica que, de sus creaciones, se valora especialmente el estilo de los dibujos y las formas.
El arte de educar con pasión
Pero, además de la cerámica, Marta Danés tiene también otra vocación: la educación. El resultado de combinarla con su arte es Locus Ars Cerámica, donde desde 2014 realiza talleres permanentes, microtalleres, cursos y workshops para la difusión y el conocimiento de la cerámica, y en el que se desarrolla el interesante «laboratorio de ideas». Así, Marta imparte, en Graus, cursos de iniciación o de perfeccionamiento para todas las edades, en los cuales invita a descubrir nuevos materiales y herramientas para explorar, propone aprender a través de la cerámica cómo es el entorno natural (la tierra, la vegetación, el agua…), difunde valores medioambientales con el reciclaje de materiales y la reutilización de objetos para la creación de los trabajos, y fomenta el desarrollo de la inteligencia visual/espacial, de habilidades y destrezas manuales… es un espacio creativo en el que se comparte el cariño y el disfrute por este arte.
El perfil de las personas que se apuntan a sus cursos y talleres son adultos con ganas no solo de aprender a hacer cerámica, sino de desarrollar la creatividad: «es así como lo enfoco y me dicen que es lo que les gusta de mis clases. Han asistido a ellas también profesionales del mundo artístico. Y otras personas que vienen para hacerse sus piezas, pero también para regalarlas, para aprender, y como terapia (casos de ictus, personas mayores que trabajan la movilidad, personas con artritis, e incluso con depresión…), y soy muy feliz al saber que puedo serles de ayuda. Cuando vemos los resultados siento mucha satisfacción. ¡La cerámica es fantástica por todo esto y por mucho más!».
Marta, además, forma parte de la Asociación de Artesanos de Aragón y de la Asociación de Empresarios de la Ribagorza. «La tarea de la Asociación de Artesanos de Aragón es extensa y creo que magnífica. Se hacen cursos tanto para colegios como para los artesanos, se organizan ferias, tenemos la tienda física en Zaragoza, y una web en la que pueden verse a todos los que formamos parte de ella… La entidad no para de hacer todo lo posible por sacar adelante un trabajo tan complejo como es el nuestro.»
Locus Ars Cerámica es un espacio creativo donde se comparte el cariño y el disfrute por este arte. En él se invita a descubrir nuevos materiales y herramientas para explorar, a aprender a través de la cerámica cómo es el entorno natural, se difunden valores medioambientales, y se fomenta el desarrollo de la inteligencia visual/espacial, las habilidades y destrezas manuales…
El valor del patrimonio cultural
De la cerámica y la expresión artística, Marta Danés reivindica también su valor como una manera más de dinamizar el territorio por su atractivo patrimonial. «Siempre he dicho, y además lo intento transmitir, que la artesanía o el arte no es solo un medio para conocer al artesano, sino también para conocer el territorio. Porque, al fin y al cabo, cada pieza o demostración de arte que se hace en el territorio se nutre del entorno. Y eso es lo que le gusta a la gente y lo que busca cuando nos visita en el taller. Por suerte, siempre hay gente sensible, pero me gustaría que las instituciones tuvieran más en cuenta esta realidad.»
Hoy día, Marta y su familia viven en las afueras de Serraduy, y ella, siempre que puede, sale a caminar por las mañanas. «¡Es la mejor manera de empezar el día! Y nos gusta hacer excursiones con amigos. Cuando Baltasar está cerca, con las ovejas, ¡me gusta mucho ir a verle y estar con él un ratito!» Invita a la gente a sumarse a hacer un cambio de vida y a trasladarse al mundo rural si se lo han planteado, pero que lo hagan preparados: «he visto a mucha gente marcharse porque alguno de los miembros de la pareja no tenía carnet de conducir (es muy importante tener coche) o bien tenía demasiado idealizada la vida en el campo. A veces es necesario tener paciencia y, no nos engañemos, ¡no hay nada fácil! Pero la calidad de vida es mucho mejor, la gente es muy acogedora y ahora hay ya muchas zonas preparadas con Internet y se puede trabajar desde casa con todas las ventajas que comporta. Es cuestión de saberse organizar. Si yo soy muy feliz aquí, también puede serlo mucha más gente».
«Intento transmitir que la artesanía o el arte no es solo un medio para conocer al artesano, sino también para conocer el territorio. Porque, al fin y al cabo, cada pieza o demostración de arte que se hace en el territorio se nutre del entorno. Y eso es lo que le gusta a la gente y lo que busca cuando nos visita en el taller.»
Vive al día, procurando que el futuro sea lo mejor posible para los suyos y sin pensar demasiado en lo que pueda pasar dentro de unos años, «porque no se sabe nunca. Tengo una hija que es diseñadora e ilustradora, y la pequeña también quiere ir por el camino del diseño, mientras que el mayor estudia ciencias políticas, que no tiene nada que ver con lo que hacemos Baltasar y yo, pero ayuda mucho a su padre y está en la granja cada día. Lo que sí que queremos es puedan hacer lo que quieran y que se sientan realizados… como yo».
Cerámica Marta Danés
Piezas artesanales de altura: entre el arte y el objeto de uso cotidiano
Ctra. Graus-Vielha, s/n
22483 Serraduy
La Ribagorza (Huesca)
Teléfonos de contacto: 974 54 44 27 – 665 516 350
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Persona de contacto: Marta Danés