La recuperación, con métodos tradicionales, de la viticultura de altura en el Berguedà
Durante la Edad Media, la viña fue un cultivo importante en los Pirineos. Según la obra Liber dotaliorum ecclesiae urgellensis, del año 1106, la parroquia de Sant Julià de Cerdanyola pagaba sus tributos con el vino que se cultivaba en los alrededores. Pero se cree que hacia el siglo XVIII se perdió completamente esta tradición en el pueblo; una tradición que, en diciembre de 2014, se quiso recuperar, gracias al espíritu emprendedor de tres personas. Era el inicio de Bauma de les Deveses.
Dicen que la locura es lo que impulsó su proyecto a hacerse realidad. Así, de un paseo y de una conversación entre Carles Flaquer (biólogo) y Joan Rubió (enólogo), en una visita al pueblo de Sant Julià de Cerdanyola, de donde es hija Imma Espel, la pareja de Carles, bióloga y experta en turismo, surgió una idea. Cuando Carles le explicó a Joan que en la zona de las Deveses había habido viña y que todavía hoy se podían encontrar cepas salvajes, Joan contestó que volvería a haber viña, que se lo estaba pidiendo la tierra.
Así de claro.
Nacía una nueva iniciativa.

Terrazas con historia
En la zona de la Devesa de St. Julià de Cerdanyola hay una cara de la montaña con paredes de piedra seca que llegan hasta las partes rocosas más altas, y que sostienen pequeñas terrazas en las que, ya en el siglo XII, se había cultivado viña (después de la filoxera, y debido a la dificultad del trabajo, el riego y la mecanización de la mismas, se fueron abandonando). Actualmente, las nuevas viñas de Bauma de les Deveses crecen en esas terrazas, cada una de las cuales es diferente, a una altitud entre los 1.000 y los 1.300 m. La recuperación de la viña en este espacio está cambiando el paisaje, devolviéndole su uso agrícola y dando visibilidad a las paredes y barracas que los antepasados fueron construyendo con gran esfuerzo y técnica.
Imma Espel, Carles Flaquer y Joan Rubió, que se definen como personas apasionadas en sus respectivos trabajos y proyectos, con un punto de “locura”, explican que en 2014, cuando nació el proyecto, lo hizo “sin demasiada reflexión ni análisis, pero con la decidida idea de recuperar un paisaje agrícola abandonado y perdido”. Tenían que hacer alguna cosa para que las terrazas no siguieran degradándose en aquel lugar que, si se trabajaba, podía dar lugar a un vino con voz propia. “Cuando observas este paisaje de márgenes de piedra seca te imaginas el esfuerzo y los conocimientos de los antepasados para ganar terreno… Ves piedras que fueron colocadas hace cientos de años… como una especie de catedral donde practicar la agricultura.”

Desde el principio, no han parado de trabajar. “La esencia del proyecto es recuperar un espacio y un paisaje agrícola haciendo un vino de calidad”, dicen. Lo han hecho todo a mano, como hace 150 años, recuperando la memoria de los antepasados. Disfrutan con el proyecto y quieren que más gente pueda disfrutar de él, y explican que, de este terreno, con un buen drenaje y mucha amplitud térmica, y gracias al clima mediterráneo de altura, esperan obtener un gran vino con muchos matices, mucha complejidad, profundidad y elegancia.
Las nuevas viñas de Bauma de les Deveses, que crecen en terrazas a una altitud entre los 1.000 y los 1.300 m, permiten recuperar un paisaje agrícola hasta ahora abandonado y perdido.
El año 2014, cuando todo empezó… ¡de nuevo!
La cronología de su proyecto denota un avance importante que pronto dará sus frutos. A finales de 2014, la Junta de Campmasats i Megallers les arrendó los terrenos de las Deveses y, en julio del año siguiente, ya constituyeron la empresa La Bauma de les Deveses SL, con el objetivo de producir vino de alta calidad preservando los valores ecológicos, productivos, históricos, de uso social y simbólicos del territorio. Empezaba también la preparación de las terrazas desbrozándolas de matorrales y preparando la tierra, con Alfred Ferris y sus caballos.
Desde 2016, nos comentan, todos los trabajos en la viña se han llevado a cabo tal y como se hacían antiguamente, a mano, sin mecanizar nada ni poder acceder de forma motorizada. La tierra se ha trabajado y se trabaja con la ayuda de un caballo. Primero Alfred, luego Marc y ahora Bernat, la han abierto, la han labrado y han hecho un espacio agrícola en el que las vides puedan crecer y prosperar. La plantación de las cepas y la colocación de los tutores también ha sido manual, así como el resto de tareas para cuidar de la viña cepa a cepa, puesto que no se mecaniza nada. Además, se han reconstruido las paredes de piedra seca derruidas, con la ayuda de Josep Maria Casals, paleta-marger del pueblo, especialista en paredes de piedra seca.
Esperan poder pronto obtener el preciado vino: “si todo va bien, la primera añada será en 2021. La producción dependerá del año pero tenemos previsto hacer entre 2.000 y 3.000 botellas”. Mientras tanto, la empresa vende y ofrece una degustación a quien les visita del Nituix, un vino xarel·lo 100% con origen en Vilafranca del Penedès (la tierra donde Joan Rubió ha trabajado la viña desde siempre, con un sistema de cultivo ecológico y biodinámico).
Desde 2016 todos los trabajos en la viña se han llevado a cabo tal y como se hacían antiguamente, a mano, sin mecanizar nada ni poder acceder de forma motorizada. Además, se han reconstruido las paredes de piedra seca derruidas.
¡Desde la experiencia en primera persona a la posibilidad de apadrinar una terraza!
Desde Bauma de les Deveses invitan a quien lo desee a pasear entre sus viñas, descubrir un paisaje espectacular, un montón de historias…, pero también proponen unirse al proyecto como mecenas, apadrinando una terraza de las que han plantado con garnacha, monastrell o macabeo (a cambio se coloca una placa de hierro con el nombre de la persona y la fecha del apadrinamiento, se da la posibilidad de participar en las actividades que puedan tener lugar, como labrar a caballo, podar, hacer la vendimia…, y se recibirá una caja de seis botellas de la primera añada).
Hablamos de todo ello con los emprendedores de la iniciativa.
Vuestro proyecto representa una fusión entre vuestras distintas pasiones, la montaña, la enología… Antes de pensar en Sant Julià de Cerdanyola como un lugar para desarrollar vuestro proyecto de viticultura de altura, ¿teníais pensado crear algún proyecto similar?
No. Carles y Imma vivimos con nuestras hijas en Sant Julià de Cerdanyola, y hace tiempo que íbamos viendo cómo el patrimonio de piedra seca se va perdiendo poco a poco por el desuso agrícola de las terrazas. Esto, sumado a un interés por la cultura del vino, hizo que nos decidiéramos a crear Bauma de les Deveses.
Invitan a quien lo desee a unirse al proyecto como mecenas, apadrinando una terraza de las que han plantado con garnacha, monastrell o macabeo.

¿Como biólogos y enólogos, cómo nació vuestra pasión por el mundo de la viticultura?
Joan pertenece a una familia de viticultores del Penedès y es un enólogo de referencia en vinos de calidad, y Carles colabora como biólogo en proyectos de biodiversidad en viñas de Cataluña para mejorar su biodiversidad.
¿Cuántas personas trabajan en Bauma de les Deveses?
Las tareas de labrar a caballo y la recuperación de las paredes de piedra seca las realizan expertos que contratamos puntualmente. El día a día de la viña lo hacemos nosotros tres compaginándolo con nuestros respectivos trabajos.
Todo el proceso de preparación de las terrazas para la elaboración y la producción de los futuros vinos se ha hecho siguiendo métodos tradicionales. ¿Cómo marca la montaña esos procesos?
El hecho de no poder mecanizar nada hace más dura la gestión de la viña. El esfuerzo es constante, ya que cualquiera de las tareas que requiere la viña se lleva a cabo en pequeñas terrazas con pendientes. Por otro lado, la climatología también condiciona la actividad.
¿Qué tipos de vinos queréis elaborar, con qué variedades de uva y cómo? ¿Qué creéis que los hará especiales y singulares?
Las variedades que hemos plantado son variedades mediterráneas, sobre todo garnacha y monastrell así como una pequeña parte de macabeo. Los vinos que queremos hacer lo serán con la menor intervención posible, honestos, que transmitan las características del lugar; en la línea de los vinos que elabora Joan Rubió. Y serán ecológicos, ya que estamos amparados por el CCPAE desde el primer momento.
En 2021 esperan obtener la primera añada de un gran vino ecológico con muchos matices, mucha complejidad, profundidad y elegancia, “con la menor intervención posible, honestos, que transmitan las características del lugar”.
¿Cuáles creéis que son las ventajas y las propiedades de los productos elaborados a esta altitud y, en este caso, de los vinos?
El espacio cultivado se encuentra a una altura entre los 900 y los 1.200 m, pero en una ubicación orientada al sur con acantilados calcáreos que le dan características térmicas mediterráneas. Joan lo define como mediterraneidad de altura, que proporciona a los vinos el contraste de temperaturas necesario para otorgarles una gran calidad.
Con vuestro proyecto habéis recuperado la viticultura en Sant Julià de Cerdanyola. ¿Cómo creéis que repercute en el pueblo el hecho de revivir este arte agrícola tradicional que ya se había practicado en la Edad Media?
La gente del pueblo de momento todavía nos mira de manera escéptica, y eso de volver a labrar a caballo y creer en la gestión ecológica y respetuosa con la naturaleza, cuesta de entender…

¿Consideráis que con vuestra iniciativa es posible dinamizar el enoturismo en la región siempre con criterios de respeto hacia el entorno?
Imma hace veinte años que trabaja en el sector turístico y creemos que el turismo de calidad es una de las opciones económicas mejores para el territorio, ya que pone en valor el paisaje y la tradición. El enoturismo es, por lo tanto, una actividad que tenemos en cuenta para nuestro proyecto.
Aprovecháis la climatología de la zona para producir un vino especial ya que todo el proceso se impregna de estas condiciones. ¿Qué implica este hecho?
La climatología, al igual que las características del suelo y la manera de gestionarlo, marcará la calidad y las características del vino. La altura condiciona la climatología y, por ejemplo, hace que la vendimia sea más tardía que en otras zonas. Hay que tener en cuenta asimismo, que el gradiente térmico (la diferencia de temperatura en un mismo día), de más de 20 grados, únicamente se da en espacios de montaña como el nuestro.
“La mediterraneidad de altura proporciona a los vinos el contraste de temperaturas necesario para hacer que tengan una gran calidad.”
Vuestro vino será un producto de proximidad, ético y comprometido con el entorno. ¿Qué implicará comprarlo?
El consumidor ha de valorar la calidad del vino y nosotros hemos de conseguir explicar todo lo que hay detrás. Nuestro objetivo es vender lo más cerca posible, a personas que valoren la calidad y no la cantidad. Tendremos una producción pequeña, de vino ecológico, y tenemos claro que el paisaje y su historia son nuestros valores más singulares.
¿Cómo os ha cambiado la vida este proyecto, y cuáles han sido los principales obstáculos que habéis tenido que superar para sacarlo adelante?
El proyecto nos ha permitido aprender y valorar el esfuerzo de nuestros antepasados, y nos ha hecho ser muy resilientes y pacientes. Las cosas no van al ritmo que querríamos, ¡van al ritmo que marca la tierra!
La gestión de la viña sin mecanización implica muchas horas de trabajo en el campo: plantar a mano miles de cepas, cavar, podar… Ahora bien, los principales obstáculos imprevistos que hemos tenido que afrontar han sido el desmoronamiento de paredes de piedra seca a causa de las lluvias y la convivencia con los rebecos y otros ungulados que vienen a comerse los brotes tiernos de las plantas.
Vosotros ofrecéis la posibilidad de visitas a la explotación para dar a conocer el proyecto. ¿Qué os trasladan las personas que os vienen a ver?
De momento hemos hecho muy poca promoción de las visitas, ya que hasta ahora nos hemos concentrado en la viña. Aun así, las visitas que hemos tenido se han sorprendido de la belleza del espacio y de la pasión que hay tras el proyecto.
“Queremos vender a personas que valoren la calidad y no la cantidad. Tendremos una producción pequeña, de vino ecológico, y tenemos claro que el paisaje y su historia son nuestros valores más singulares.”

En cuanto al apadrinamiento de las terrazas, ¿contáis ya con padrinos y madrinas? ¿Cómo valoráis esta colaboración?
En 2017 hicimos un Verkami que nos ayudó a rehacer las paredes de piedra seca (patrimonio de la humanidad) y después han habido dos mecenas que este año han querido colaborar con nosotros. Este acompañamiento es una inyección de moral, ya que la recuperación de las paredes de piedra seca representa una inversión muy importante que es difícil de asumir para una empresa tan pequeña.
Vosotros podéis ser un modelo a seguir para mucha gente que desea hacer un cambio importante en la vida. ¿Qué les diríais a otras personas que puedan estar planteándose emprender un proyecto similar al vuestro?
Que cada uno ha de buscar aquello que le llene, aquello que le empuje a levantarse cada día con ganas de ir a trabajar. Y que es necesario poner esfuerzo en ello y ser perseverante.
“El proyecto nos ha permitido aprender y valorar el esfuerzo de nuestros antepasados, y nos ha hecho ser muy resilientes y pacientes. Las cosas no van al ritmo que querríamos, ¡van al ritmo que marca la tierra!
¿Qué futuro auguráis para el sector primario en los territorios de altura?
Los territorios de montaña tienen un gran potencial en el sector de la agricultura, a pesar de las dificultades orográficas. Seguramente no podrá competir nunca con el llano en cuanto a la cantidad, pero sí en lo que respecta a la calidad y la singularidad. Cada razón tiene su personalidad propia.
Finalmente, ¿cuáles son vuestros proyectos de futuro?
Seguir adelante con la viña y trabajar más la vertiente enoturística.
Bauma de les Deveses
La recuperación, con métodos tradicionales, de la viticultura de altura en el Berguedà
St. Julià de Cerdanyola
Tel.: 636 143 220
www.baumadelesdeveses.com
bauma@baumadelesdeveses.com
Personas de contacto: Imma Espel, Carles Flaquer y Joan Rubió